Sentido de propósito y valores: pilares fundamentales de la ética personal y empresarial

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“El único bien es vivir honestamente”: Séneca

En un mundo deslumbrado por la rapidez, el dinero fácil y el poder a costa de todo, los administradores, líderes, padres y comunidad en general, se ven abocados a fortalecer los valores y principios… 

 

Por: Maria Eugenia Jaramillo

Consultora en transformación empresarial

 

La pérdida del comportamiento ético que se está evidenciando en múltiples sectores de la economía, el gobierno y círculos sociales, radica principalmente en la falta de un sentido de propósito superior; el ser humano alcanza altos niveles de satisfacción en los momentos que tiene un sentido de contribución con una causa. Sentir que aportamos a la sociedad, es algo que genera emociones positivas en la mayoría de las personas. Por ejemplo, en el entorno laboral, las personas que tienen un objetivo claro y definido generalmente alcanzan un alto desempeño, se ven más felices, son más honestas y tienen mejor relacionamiento. 

La crisis del comportamiento ético ha sido disertada por múltiples autores y filósofos. Nietzsche propone la necesidad de evaluar los valores para poder transformar la sociedad, quien cuestionando la corriente del nihilismo nos muestra como falta de convicciones verdaderas y ausencia de valores, está ocasionando una decadencia social. En su escrito “El eterno retorno”, el filósofo diserta sobre la concepción filosófica del tiempo, entregándonos uno de los conceptos más potentes de la filosofía moral.  

La posibilidad de vivir eternamente, repitiendo una y otra vez la vida que hemos vivido puede ser una opción terrible o encantadora, todo dependerá de la obra que haya escrito cada quien. Según Nietzsche, nuestra forma de vivir carece de la intensidad necesaria para convertir cada instante en algo maravilloso digno de ser repetido y afirma que el “superhombre” es quien considera el eterno retorno como algo muy positivo ya que ha creado una vida tan plena que la posibilidad de repetirla infinitas veces le parece algo excitante. 

La coherencia entre lo que se dice, piensa y hace, es la mejor definición de honestidad. Para ser coherentes, debemos trabajar deliberadamente en la definición del marco de principios y valores que rigen nuestra vida; los valores determinan las convicciones sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea. Quienes tienen valores centrados en aspectos relacionados con la bondad, el respeto, la honestidad, seguramente encontrarán un entorno que los llenará de esos mismos valores y les colmará de lo que ellos mismos dan a otros, a su vez, quienes tienen valores centrados en la competencia a costa de todo, el dinero fácil y el resentimiento, seguramente encontrarán a algunos seres dispuestos estar en su círculo de influencia.  El desarrollo sostenible de una familia, empresa o sociedad es posible cuando personas, compañías y profesionales trabajan en un marco de valores éticos. Los códigos deontológicos o también llamados códigos profesionales, definen principios y valores que deben seguir los individuos en su actuar profesional. Cuando estos principios no acompañan a las personas, se pueden presentar situaciones de corrupción y detrimento del capital social.

Los valores y principios éticos se forjan desde la primera infancia y se fortalecen en la relación e interacción con las personas de nuestra cotidianidad; el entorno juega un papel importante en las elecciones que tomamos los seres humanos, sin embargo, unas buenas bases éticas se convierten en un elemento protector a la hora de tomar decisiones que pueden afectar de forma negativa a la sociedad, a las familias y a los propios individuos que acceden a recibir sobornos o realizar actos que van en contra del bienestar común por favorecer sus propios intereses. 

En nuestro país a diario se evidencian, con gran despliegue mediático, hechos aterradores de mal comportamiento ético, como que: “El fiscal anticorrupción está involucrado en actos corruptos; magistrados de la CSJ – Corte Suprema de Justicia, quienes debían ser el crisol de moralidad, están permeados por las mafias de ladrones de cuello blanco, vendiendo sus fallos y procederes; los incontables casos de congresistas sub júdices por sus actos dolosos, etc. etc.”. Estos hechos, ocurridos en los últimos meses, evidencian la corrupción en muchas las esferas de la sociedad y nos invitan a despertar de nuestra somnolencia y a reflexionar sobre la importancia de una ética empresarial de urgencia. 

La nueva generación de empleados, los jóvenes “millenials” nacidos después de 1982, tienen estos malos ejemplos que se convierten en un referente negativo a la hora de dar un norte a sus vidas, pues empiezan a sentir admiración por el que triunfa “tomando el camino del atajo”, admiración por el avivato y no por el que hace las cosas al derecho. En ética nadie es juez de nadie, salvo de uno mismo, porque solo uno sabe las motivaciones y circunstancias de sus acciones, de ahí que lo más delicado del asunto es que estos comportamientos se trasladan al mundo empresarial, donde el 90% de los empresarios entrevistados por la universidad del Rosario en un estudio reciente, afirman sin ambages que, “en todos los niveles de los negocios hay sobornos” y el 58% dice que lo realiza porque de lo contrario pierden dinero y salen del mercado.  

A la hora de elegir empresas para ofrecer sus servicios, estos jóvenes millenials, privilegian a aquellas compañías que se destacan por su responsabilidad social y ambiental, algo que ha propiciado que tanto las grandes corporaciones, como las empresas que están surgiendo, incorporen estos asuntos en sus prioridades y generen planes para integrarlos a su propuesta de valor. Surgen entonces nuevos negocios que se dedican a la venta de bonos verdes,   empresas que ayudan a fundaciones y al  cuidado del medio ambiente, campañas educativas para la disposición de los desechos, trabajo social promovido por los directivos de las grandes corporaciones y la creación de códigos de ética y buen gobierno;  estos son aspectos que empiezan a ser fundamentales  para atraer al nuevo talento,  el cual está demandando una nueva revolución social y empresarial,  en busca de  un mundo más equitativo,  solidario, ético, además de responsable con la sociedad y el medio ambiente.

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